10 abril 2017

Leningrado

Las ciudades son unas de las claras protagonistas en las letras de Sabina, actuando como andamiaje perfecto para las historias de (des)amor que acostumbra a relatarnos. Madrid y Buenos Aires han sido las grandes afortunadas del cancionero de Joaquín, ya fuera bajándose en la estación de Atocha o subiéndose a un colectivo destino cancha de Boca. No hace mucho tiempo se fue a Praga a romper una canción, y es probable que siga guardando en su despacho un adoquín del muro de Berlín. Ahora cruza precisamente ese muro y nos sitúa en la vieja Leningrado, para contarnos una historia propia del "rojo de salón" que niega ser.

"Me doctoré en tus labios de ocasión
en una sórdida pensión de Leningrado
sin pasaporte y fuera de la ley
pero borracho como un rey desheredado

Cincuenta rublos era un potosí
y tu desnuda un maniquí de grana y oro
nos dieron llaves de la suite nupcial
que era un cuartucho de hospital… sin inodoro

No era fácil en la Unión Soviética
ir por condones a recepción
a años luz de la rutina
anidó una golondrina en mi balcón"

Un viaje de novios en la fría Leningrado, pasando la noche de bodas en una pensión de mala muerte y un presupuesto exiguo. No parece a priori el escenario ideal para una historia de amor. Tampoco hay que pasar por el alto el guiño al hermetismo que había en la URSS respecto a la sexualidad. Sin embargo, esta pareja se encuentra en esos días dónde todo es fabuloso, y tienen unas ganas voraces de comerse el mundo a cuatro manos. Entre tanta penumbra, hay un rayo de luz que lo ilumina todo, ese desnudo como un maniquí de grana y oro. Y no hace falta nada más, las golondrinas anidan en el balcón.

"No dormir era más dulce que soñar
y envejecer con dignidad
una blasfemia
Tú con boina, yo con barba, viva el Che,
recién conversos a la fe del hombre nuevo"

Tendemos a valorar si una pareja se complementa, "si pegan juntos" y con eso nos atrevemos a aventurar su éxito o a indicar su fecha de consumo preferente. Aquí el complemento gira en torno al Ché, ella con la boina calada, él con la barba. Guapos los dos, revolucionarios los dos, dispuestos a cambiar el mundo antes de comérselo. No se plantean envejecer con dignidad, de hecho piensan que la vejez no les alcanzará a ellos. Hacen muy buena pareja, y la revolución está llena de ideas tan bellas como ellos. ¿Qué puede salir mal?

"No había caído el Muro de Berlín
ni reventado el polvorín de Sarajevo
porque la revolución tenía un Talón de Aquiles al portador
Y flotando entre las ruinas
enviudó una golondrina en mi balcón"
De repente un día empiezan a caerse solos esos muros que un día se construyeron en compañía. Ya no observamos como la revolución va de la mano con la pareja ideal, ahora fijamos la vista mucho más abajo; concretamente en esos talones de Aquiles, que ya no son capaces de soportar ningún peso, por liviano que sea. Es curioso comprobar como hay una elipsis brutal en la historia. Pasamos de pasear alegres por el malecón, a ponernos a cubierto tras el reventón del polvorín, cada uno en su trinchera.
"Ayer salías, morena, de un café
ya casi medio siglo que no te veía

eras rubia, si no recuerdo mal

Dije, y mintiendo, estás más guapa todavía


Me aceptaste una cerveza sin alcohol
Se nos había muerto el sol en los tejados
Funerales, y con nada que decir
Vi en tus pupilas un añil mal dibujado"
Entramos de lleno en el territorio de los contrastes, la rubia se torna en morena, y el vodka con limón es sustituido por una triste cerveza sin alcohol. Ya no hay nada que contarse, o para ser más exactos, no hay ganas de contarse nada. Ese maniquí de grana y oro, al que hacía referencia en los albores de la canción, se ha tornado en un añil mal dibujado. Referencias taurinas que nos transportan rápidamente a los célebres versos de Así estoy yo sin ti "Más triste que un torero, al otro lado del telón de acero". Así llegamos al final de este viaje fugaz, en el que la decadencia de las repúblicas soviéticas van de la mano con el apagón de la chispa del amor. Y ya nada es suficiente, las golondrinas enviudan en el balcón.

"No sé por qué sigo escribiendo esta canción
pero me sangra el corazón
cuando lo hurgo
Supe que te casaste con un juez
Y Leningrado es otra vez San Petesburgo"

Justo al final de la canción llega un punto en el que se detiene, y busca una explicación para seguir hurgándose en la herida. Tan cierta es la ausencia de una explicación lógica, como lo inevitable que es hurgarse en las heridas del corazón. Cuando has estado en Leningrado, no te importa que el corazón siga pagando peajes para regresar allí. A pesar de que la cabeza te recuerde que vuestra revolución falló, que ahora aquel lugar es San Petesburgo, y que ya no os pertenece.